IRENE FRANCISCA BAÑOS GÓMEZ
Zaragoza, 30 de Octubre del 2017.
“NOEMÍ Y EL CAMPOSANTO”
Al acercarse la muy especial
celebración de Todos los Santos,
he recordado un hecho
pintoresco, entrañable,
y realmente sorprendente.
Este acontece,
en el cementerio de Torrero
de nuestra querida ciudad de Zaragoza.
En esta necrópolis
pocos son los empleados,
y visitantes habituales
que no conozcan a, Noemí.
Y, yo también tuve la suerte
de encontrarme con ella,
en una tarde en la cual
no conseguía localizar…
el nicho de mi padre.
Me dirigí pronta,
hacia la única persona
que pasaba por el lugar.
Se trataba de una señora,
que presentaba una apariencia
ágil, diligente, amable,
y que junto a su merienda,
portaba un precioso ramo de flores.
Tuvo la amabilidad de explicarme
cómo iba la numeración correlativa
de aquellas complicadas calles,
que en pocos meses
se transformaban,
por las nuevas defunciones.
Me contó
que a pesar de visitar
a su hijo todos los días
durante 30 años,
aún no dominaba
semejante galimatías.
Sentí de inmediato
un gran interés
por aquella enigmática mujer
de 80 primaveras,
que desde sus 50 años
velaba el descanso
de su malogrado hijo.
Noemí, me explicaba con orgullo
que no le importaban las fechas que fueran,
Navidad, cumpleaños, fiestas señaladas,
hiciera frío, o calor,
ella no había faltado a la cita
ni un solo día.
Decidió invitarme a subir
hacia un pasillo alto, lleno de flores
y muy soleado,
donde descansaba aquel joven
que debido a un tumor cerebral
con 24 años moría
mientras suplicaba a su madre…
¡mamá por favor, no me dejes solo,
tengo miedo, mucho miedo!
Conforme la escuchaba
podía comprender,
aunque no compartiera
los actos de aquella amante mujer,
la cual había llegado a caer
en una espiral
de constante sacrificio,
y voluntario duelo.
El alma de Noemí conseguía
hermanarse con la mía
con aquella dulce carita,
y unos preciosos ojos azules
llenos de lágrimas,
mientras me explicaba
tan humanas vicisitudes.
Y, continuaba diciendo,
¡Un poquito más allá
está mi marido,
que hace 21 meses falleció!
¡Muy enamorados estábamos
y muy felices fuimos!
Cuando nos despedíamos,
aquella doliente madre
me manifestaba
apoyándose en la pared,
que casualmente
se encontraba libre
de cualquier otro nicho
circundante al de su hijo,
¡En invierno si tengo frío,
me arrimo…
y con el calorcito del sol
siento que descanso junto a él!
No pude evitar relacionar el lugar,
con el término griego “koimeterion”
que significa dormitorio.
Nos despedimos,
mientras Noemi me animaba
a que la visitara
cuando de nuevo
fuera al cementerio.
Quiso hacerme saber
que en verano,
para estar fresquita
por la mañana iba,
y en invierno, por la tarde,
en la soleada sepultura
se hallaba.
Cuán verdad es que…
“El amor todo lo puede,
mas el amor a veces duele,
y el amor en ocasiones
nubla la mente”.
Noemí, quise convencerte,
que el espíritu de tu hijo
agarrado a tu brazo
todos los días va contigo.
El 1 de noviembre
te iré a visitar,
y si no estás,
tres cosas podré pensar…
me has hecho caso,
estás muy enfermita,
o al otro lado te has ido.
Humanos sensitivos,
en el camposanto
pueden llegar a percibir,
a los espíritus bondadosos,
triunfantes, y gozosos,
acompañando a sus seres queridos,
deseando que estos sepan
que por fin se han liberado
de la esclavitud de sus cuerpos.
IRENE FRANCISCA BAÑOS GÓMEZ